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Consejo farmacéutico T. Digestivo | Consejos para afrontar la intolerancia a la lactosa

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Oriol Sans Farell, presidente fundador de la Asociación de Intolerantes a la Lactosa (ADILAC)

La lactosa es un disacárido que se encuentra en la leche de todos los mamíferos. Para digerirla, nuestro organismo necesita separarla en dos azúcares más simples (o monosacáridos): la glucosa y la galactosa, las cuales sí pueden ser absorbidas por nuestro aparato digestivo. Para realizar esta función, el cuerpo humano dispone de la lactasa, un enzima que se produce en el intestino delgado. Con todo, algunas personas disponen de cantidades escasas de dicha sustancia, por lo que la porción de lactosa no desdoblada llega entera al intestino grueso, provocando molestias como hinchazón, distensión abdominal, dolor de barriga, gases y diarrea, entre otros síntomas.

Seguramente, en más de una ocasión habrás oído a alguien decir: “¡me ha sentado mal el cortado de esta mañana!”. Dicha situación incómoda es mucho más frecuente de lo que se puede imaginar, pues en la mayoría de las veces es reconducible a una intolerancia a la lactosa, el azúcar de la leche. Esta sensibilidad varía ampliamente según las personas: algunas de ellas padecen los efectos de la intolerancia de forma inmediata después de consumir cantidades inferiores a 6 gramos de lactosa, mientras que otras toleran cantidades superiores a los 24 gramos al día. Este rango tan amplio de valores hace difícil asociar la relación causa-efecto entre la ingesta de un producto con lactosa y los síntomas derivados de su malabsorción, por lo que esta variabilidad se ha relacionado con el hábito de tomar leche. Así, aquellas poblaciones que han sido tradicionalmente ganaderas y que se han alimentado de la leche de los animales presentan menos casos de intolerancia que otras no acostumbradas a su consumo. Por ejemplo, en los países del norte y del centro de Europa encontramos porcentajes bajos de intolerancia a la lactosa, de entre el 1 y el 5% de la población. En cambio, los países asiáticos y africanos presentan tasas del 80-90% del total. Los países mediterráneos como España se mueven en un término medio, con el 34% de las personas con algún grado de intolerancia según la EFSA (1).

Productos procesados y lactosa

Sin embargo, el gran problema para los intolerantes al azúcar de la leche es que, con frecuencia, este disacárido se encuentra bajo otros nombres en productos procesados como los embutidos, las fiambres, el pan, los purés, las sopas, etc., sin olvidar su utilización como excipiente en la mayoría de medicamentos.

Normativa y etiquetado de medicamentos con lactosa

Pese a que los fármacos quedan fuera de la reglamentación específica sobre alérgenos, recogida en el Reglamento de información alimentaria al consumidor R.U.E. 1169/2011, existe la obligación de exponer en sus envases la presencia de los llamados excipientes de declaración obligatoria (EDO). La normativa va actualizando dicha lista a medida que se van produciendo los avances científicos, según lo que establece la Unión Europea. En este sentido, el R.D. 1345/2007 (art. 34), “Procedimiento de autorización, registro, condiciones de dispensación de medicamentos de uso humano”, establece que en el etiquetado de los medicamentos se incluyan dichos excipientes. Por otra parte, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, en su circular posterior 1/2018, “Actualización de la información sobre los excipientes en la información de medicamentos”, incluye azúcares como glucosa, fructosa, galactosa, lactosa, lactitol, etc.

En la industria farmacéutica de nuestro país, la lactosa es la base del 40% de los medicamentos autorizados. Actualmente, 7.451 fármacos de un total de 19.676 la contienen como excipiente porque es un componente que ayuda a que el principio activo del medicamento funcione de forma estable, eficaz y segura para el paciente que lo toma. Se utiliza en comprimidos por su solubilidad y su sabor agradable, aunque también se encuentra en otras presentaciones (viales, suspensiones o inhaladores)(2). Hay que tener presente que un comprimido estándar contiene menos de 500 mg de lactosa, una pequeña cantidad que es suficiente para provocar alguna reacción en personas hipersensibles o con alta intolerancia, y más si su medicación diaria establece una dosis superior a un comprimido o prevé el suministro de más de un medicamento, por lo que en estos casos se debe valorar por el médico/farmacéutico la sustitución del fármaco por otros que empleen excipientes distintos. El consumidor puede consultar la presencia de lactosa en el propio prospecto del medicamento (apartados 2 y 6), consultar a un farmacéutico o al buscador de la web de la AEMPS (CIMA).

Cabe mencionar que la intolerancia a la lactosa no es peligrosa para la salud, aunque cuando no está provocada por otra causa como la intolerancia al gluten, un virus o el propio proceso de adaptación a la leche en el bebé, puede convertirse en crónica y progresiva. En este caso, se produce una pérdida gradual de la capacidad de digerir la lactosa, por lo que las personas afectadas van notando como la ingesta de productos que la contienen causa cada vez más molestias. Y la única cura es la eliminación de estos productos de la dieta.

Detección de intolerancia a la lactosa

¿Pero qué pasa si no descubrimos la intolerancia y seguimos tomando lactosa? La lesión/inflamación de la mucosa intestinal cada vez será mayor y más lenta de solucionar, por lo que es muy importante su detección a tiempo. El principal método para hacerlo es someterse a un test del hidrógeno en el aliento, en que se le suministra al paciente una solución con lactosa y, a intervalos posteriores de tiempo, se le hace soplar en un instrumento parecido a los que se usan para las pruebas de alcoholemia. Las muestras de un paciente intolerante a la lactosa suelen destacar un aumento notable del hidrógeno. Este es producido por las bacterias presentes en intestino grueso, que se alimentan precisamente de los azúcares que el cuerpo no logra digerir, produciendo hidrógeno y metano como producto de desecho. La presencia del primer elemento de la tabla periódica en la respiración indica que el azúcar ha entrado en el intestino grueso, pero no ha sido asimilado por el intestino delgado.

Alternativas a la leche y suplementos de lactasa

Cabe destacar que la carencia de leche en la dieta puede producir falta de calcio, vitamina D (que es necesaria para la absorción del calcio), riboflavina y proteínas. Las complicaciones más comunes son la pérdida de peso y la malnutrición. Por tanto, resulta esencial consumir otros productos ricos en estas sustancias, puesto que la naturaleza nos ofrece numerosas fuentes alternativas para la obtención de calcio como es el caso de las sardinas, el salmón, el tofu, las gambas, la col, las espinacas y las almendras, entre otros alimentos. Y si no se quiere renunciar al sabor y propiedades nutritivas de la leche de vaca u de otros mamíferos, desde hace unos años se pueden encontrar en el mercado productos que han eliminado o hidrolizado la lactosa de forma parcial o total. Se trata de las denominadas leches “bajas en lactosa” o “sin lactosa”. Además, esta oferta se ido complementando con otros productos lácteos como quesos de diferentes variedades (gouda, emmental, etc.), yogures, batidos de sabores, nata y un largo etcétera.

También hay disponibles en la farmacia suplementos de lactasa en forma de pastillas, cápsulas o gotas que permiten consumir productos lácteos. Estas pastillas, cuyo efecto es momentáneo, están recomendadas para un uso esporádico en comidas consumidas fuera de casa y en caso de no estar seguro de que los platos servidos contengan o no lactosa (una cena de negocios, una celebración, etc.). Su principal inconveniente radica en dar con la dosificación adecuada, ya que siempre dependerá de varios factores, especialmente de la relación que existe entre el nivel de lactasa intestinal y la cantidad de lactosa ingerida.

(1) EFSA/Agencia Europea de Seguridad Alimentaria · Opinión científica sobre los umbrales de lactosa en intolerancia a la lactosa y galactosemia EFSA (10.09.2010)

(2) AEMPS/Agencia Española Medicamentos y productos sanitarios (08.07.2020).

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