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Formulación Magistral Infantil | Pediatría, individualización y necesidad

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Índice

Martínez Vargas, uno de los padres de la pediatría moderna en España, estuvomuy vinculado a la formulación magistral. Una vez finalizados sus estu­dios de medicina en la Universidad de Zaragoza -tras defender su tesis doctoral “Clorosis crítica en sus teo­rías patogénicas” con tan sólo vein­te años- participó en la selección y redacción de artículos de medicina y farmacia en los numerosos tomos de La oficina de farmacia española junto al profesor Antonio Espina y Capó, precursor de las nuevas téc­nicas contra la tuberculosis en Es­paña. Esta obra se publicó a finales del Siglo XIX.

El doctor Miguel Labay Matías relata en un capítulo de los “Cua­dernos de Historia de la Pediatría Española” (número 7, junio 2014): “se trata de una obra ingente que a finales del siglo XIX equivale a lo que hoy podría ofrecer internet y en la que llama poderosamente la aten­ción el uso generalizado de opio y cocaína en muchos preparados”.

En uno de los tomos (los hay de más de 1500 páginas) encontramos algunos ejemplos de las formula­ciones que describe el Dr. Martínez Vargas:

“Tratamiento de la tos ferina: Se ad­ministra por la mañana y tarde, en un vaso de leche adicionado de una yema de huevo, una cucharada co­mún de café y, según la edad del niño, la siguiente disolución: bromu­ro de potasio 2 gramos, de sodio 4 gramos, de amoniaco 2 gramos, de codeína 6 gramos, agua 60 gramos, jarabe de cloral 50 gramos (Les Nouveaux Remèdes, 8 de febrero de 1887).

“Píldoras de cocaína: clorhidrato de cocaína 16 partes, opio en polvo 64, mentol 16, raíz de malvavisco 48. Mézclese según arte con gli­cerina y goma arábiga. Para hacer píldoras de 3 centigramos de peso y colocar una píldora en una muela cariada. Efecto inmediato en todas las edades (Zeitschrift Allg Ap Ver, 1888)”.

 

 

Al margen de estas compo­siciones que tanto nos llaman la atención, hoy sabemos que, aun­que pueda parecer lo contrario, la población pediátrica está prácti­camente huérfana en cuanto a la disponibilidad de medicamentos especialmente diseñados para ella. Según la Organización Mundial de la Salud, más de la mitad de los niños en países desarrollados reciben me­dicamentos cuyas dosis están pre­paradas para adultos y no cuentan con autorización para ser usados en menores. También sabemos que un 70% de los medicamentos comer­cializados no incluyen suficientes datos pediátricos, especialmente en lo que respecta a la dosificación, y que este porcentaje de fármacos sin datos suficientes puede alcan­zar el 90% en neonatos. Todo ello acarrea un aumento significativo de errores y problemas asociados a la medicación.

 

Casi todos los hospitales
necesitan farmacéuticos
que sepan de formulación
pediátrica

 

Situaciones cotidianas como te­ner que prescribir un medicamento para un paciente con unas carac­terísticas especiales (lactantes de bajo peso, prematuros, alérgicos, pacientes que no saben o no pue­den ingerir comprimidos, oncológi­cos o fracasos terapéuticos) no  es fácil, bien por no existir la presenta­ción adecuada o por la dificultad en la dosificación; a la vista está que tenemos un problema cada vez más recurrente.

Puestos a poner ejemplos lla­mativos es necesario recalcar que a día de hoy no existe ningún fármaco pediátrico fabricado por la indus­tria destinado a combatir el reflujo gastroesofágico infantil por lo que toda la medicación que se adminis­tra -omeprazol y ranitidina, sobre todo- procede de los servicios de farmacia hospitalarios o de oficinas de farmacia.

No es esta la única patología huérfa­na de tratamiento con medicamento industrial, ni mucho menos, situa­ción que convierte a la pediatría en la especialidad más castigada con estas lagunas.

Siempre hemos dicho que el gran interés de la formulación indi­vidualizada está motivado por dife­rentes razones, que se resumen en una: poder adaptar el medicamento al paciente y no el paciente al medi­camento. Así mismo, hoy sabemos que para avanzar en el conocimiento científico cada vez es más necesaria la cooperación entre especialistas de diferentes disciplinas provistos de los suficientes conocimientos para poder entenderse entre sí, equipos dispuestos a colaborar y en los que el papel del farmacéutico es fundamental.

A todos los que les guste la coo­peración, ser partes de un equipo que pueda enfocar desde diferentes ópticas, en definitiva, un equipo in­terdisciplinar, deben saber que te­ner un punto de vista sólido en la formulación pediátrica puede ser una muy buena salida por una sen­cilla razón: casi todos los hospitales necesitan farmacéuticos que sepan de formulación pediátrica.

El Nobel Murray Gell-Mann ex­presó de manera espléndida el espí­ritu interdisciplinar de esta manera: “Todo lo que nos rodea son, a fin de cuentas, hechos relacionados entre sí. Naturalmente, pueden con­siderarse como entidades separa­das y estudiarse de esta forma; no obstante, ¡qué diferentes resultan cuando los contemplamos como parte de un todo! Muchos elemen­tos dejan de ser sólo detalles para memorizar: sus relaciones permiten elaborar una descripción comprimi­da, una forma de teoría, un es que­ma que lo comprenda y resuma y en cuyo marco comiencen a tener sentido. El mundo se hace así más comprensible”.

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