No hace mucho asistí a una conversación en la que uno de los asistentes comentaba que había ido al médico, le había prescrito un medicamento y, al acudir a la farmacia, le habían dado uno cuyo nombre no coincidía con el de la receta. Esta persona le preguntó al auxiliar si estaba seguro, a lo cual éste respondió que claro que lo estaba, porque en caso contrario no le abonarían la receta. La cuestión era que el medicamento prescrito no se podía conseguir y el auxiliar eligió uno idéntico de otro laboratorio y, por tanto, con otro nombre.
Sobre la respuesta del auxiliar todos estábamos de acuerdo en que el argumentar así su actuación era una contestación muy poco afortunada. Sobre la pregunta dudando sobre si era lo mismo saltó la controversia: “¿Por qué no le preguntaste al médico si estaba seguro de que lo que te prescribía de las farmacias comunitarias de nuestras ciudades. Por lo general, anuncian que si entras conseguirás ofertas, descuentos, regalos; muestran toallas y sombrillas en verano, copos de nieve en invierno, etc. Pero pocas resaltan que dentro se estudia la medicación para mejorar tu calidad de vida (SFT), que se ayuda a mejorar la adherencia (SPD), que se informa sobre temas de salud (campañas sanitarias), etc.
Es obvio que no se trata de elegir una de las dos opciones, que el escaparate de la farmacia comunitaria debería ser una mezcla, en proporciones variables según las características y ubicación, entre anunciar los servicios farmacéuticos que desarrolla la farmacia y exponer productos para el cuidado de la salud, amparándose siempre en criterios científicos y de salud.
El farmacéutico comunitario es el profesional de la salud más cercano al paciente. Ganarse la confianza del resto de profesionales y de la Administración para que se nos incluya en la planificación de la salud de los habitantes, se nos permita el acceso a datos clínicos y partes del historial relevantes para ofrecer un mejor servicio farmacéutico, etc., es un trabajo duro y del que todavía nos queda mucho por recorrer. Hemos de seguir realizando dispensaciones en vez de ventas, impulsando y dando a conocer los servicios farmacéuticos, intensificando el contacto con el resto de profesionales de la salud (perder el miedo a contactar para colaborar, preguntar o asesorar, teniendo como objetivo el bienestar del paciente), etc.
Esta primavera se inició la siguiente fase del programa CONSIGUE, que pretende impulsar el SFT en la farmacia comunitaria. Fases anteriores ya han demostrado un ahorro económico para el SNS de 2.271 millones de euros, un descenso superior al 50% de los problemas de salud no controlados, de las visitas a urgencias o de las hospitalizaciones. Está claro que si se mejora la calidad de vida de los habitantes y se consigue un ahorro económico, será difícil negarse por parte de la Administración a impulsar una farmacia asistencial remunerada. Instituciones como la FIP o la OMS ya apoyan una farmacia más asistencial y clínica. Y países como Canadá, USA, Nueva Zelanda, Australia, Suiza o Reino Unido, ya tienen implantados (y son remunerados) servicios farmacéuticos. No vale esperar a que sea una realidad en España para sumarse, hay que colaborar ahora para que sea una realidad a corto plazo.
Lecturas recomendadas
Mis siglas favoritas como boticario siempre han sido: “h.s.a”, definitorias del “hágase según arte”, con las q…
El profesional farmacéutico es el agente sanitario de primera magnitud
Considero de vital importancia todo lo relativo a la planificación y ordenación de las farmacias, también lo referent…
Comparte esta entrada: