El éxito de una empresa pasa inexorablemente porque la calidad percibida por tu cliente supere sus expectativas, y eso se traduce en la satisfacción que el cliente experimenta y por la que todos trabajamos diariamente. Esa satisfacción podemos conseguirla de diversas maneras, siendo líderes en calidad, precio, innovación, personalización, fiabilidad, velocidad de entrega o imagen. Atributos en los que cada empresa se especializa para destacar en su sector, pero que lamentablemente pueden ser copiados por tus competidores. Todo se puede copiar, salvo la cultura y los valores que existen en una empresa. Estas dos variables son fundamentales para una organización que pretende que sus trabajadores estén unidos, compartan objetivos, estén motivados, sean leales y eficientes.
Valores como la integridad, honestidad, el respeto y la confianza deben ser la piedra angular sobre la que rote el sistema de gestión implantado en nuestras empresas. Esto es un simplemente “ Cómo hacemos aquí las cosas”, y cuando las cosas que haces te hacen sentir bien, tiramos de actitud y la actitud se convierte en conducta con el tiempo.
Cuando decimos que lo que primamos en las cooperativas a la hora de la contratación es la actitud frente a la aptitud, debemos alinear este planteamiento con el nuestro a la hora priorizar los objetivos propios de la empresa, porque no hay nada más rentable y que perdure en el tiempo que la creación y consolidación de los valores sobre los que pivotan todas las actividades del personal.
Por todos es sabido que nuestras cooperativas no están orientadas al beneficio sino al servicio al socio, esa es una de las principales peculiaridades del modelo cooperativo, y por ello partimos con ventaja para ser un ejemplo ante la sociedad de lo que últimamente se habla mucho, el capitalismo consciente, una propuesta que pretende volver a recuperar la esencia de los negocios, que no es otra que mejorar la vida de las personas y generar valor a todos los grupo de interés, intentando despertar la conciencia de los ejecutivos y de los clientes.
Resulta que el movimiento cooperativo, que comenzó en 1769 con la primera cooperativa del mundo, la cooperativa de consumo de la Sociedad de las Hilanderas de Fend-wick en Escocia, vuelve a ponerse hoy de moda, ahora parece que las cooperativas somos cool, estamos a la última y los grandes gurús del mundo empresarial están recomendando que las empresas no sólo piensen en el bienestar financiero de la compañía, sino que tengamos en cuenta el entorno, comprometiéndonos con los empleados, consumidores, proveedores, el medio ambiente, la cultura y en general el bienestar de la sociedad, mirando en todo momento hacia un futuro a largo plazo.
Por todo ello, debemos estar muy orgullosos de ser la punta de lanza de esta nueva vuelta a la esencia de los negocios para mejorar la vida de las personas y el mundo que nos rodea. Pero no podemos relajarnos y acomodarnos, porque la vorágine del día a día puede hacernos perder el rumbo de nuestro verdadero y más importante cometido en la sociedad. No es cuestión de ser los mejores del sector, sino de ser y hacer lo mejor para el sector.
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