Porque están orientadas únicamente al lucro. Porque cuanto más grandes, más perversas. No como las cooperativas, que son buenas en sí mismas, porque son de los farmacéuticos y, da igual lo que hagan, sólo les mueve el bien de la farmacia, por definición. Y cuanto más grandes, “más buenas” son.
Porque si hubieran venido las multinacionales, habrían desviado medicamentos al mercado europeo, donde son más caros, desabasteciendo a las farmacias, o sea, a los pacientes. Sólo por ganar más dinero. Y los laboratorios habrían tenido que desarrollar contratos complejísi-mos para poder venderle a distribuidores sin credibilidad.
Porque si la distribución estuviera en manos de multinacionales, habrían desarrollado un sistema de tarifas incomprensible, combinando y alterando los precios de los productos, su margen, los descuentos y ofertas de forma que hiciera imposible la comparación entre operadores. Y lo mismo con los servicios. Todo para poder cobrar más “demostrando” que son más baratos, precisamente por ser multinacionales, y muy grandes.
Porque la táctica de las multinacionales es asfixiar al competidor con su “músculo” financiero. Abrir un almacén deficitario donde hay una cooperativa y desplegar un ejército de comerciales para convencer a los farmacéuticos de que ésta no es competitiva, porque no es multinacional ni grande, cosa que no puede rebatir porque las tarifas no se entienden ni son comparables. Así, incluso cobrando más, ir minando la rentabilidad de la cooperativa hasta convencerla de entregarse y ser absorbida, para “integrarse” en un gran proyecto que redundará en beneficio de las farmacias, porque serán aún más grandes, y generarán sinergias cerrando los almacenes deficitarios abiertos para presionar a la cooperativa. El resultado podría ser devastador: ¡y desaparecer gran parte de las cooperativas actuales!
Porque si las multinacionales no tuvieran “músculo” suficiente, podrían caer en la tentación de endeudarse ofreciendo remuneraciones muy superiores, además de a las del mercado financiero, a la rentabilidad obtenida en la expansión (que, cuando menos, es nula), sólo recuperable en caso de que consigan su objetivo de “integrar” a la cooperativa de turno. En caso contrario, supondría un riesgo claro de “burbuja”, especialmente preocupante si los propietarios de esa deuda sobrerremunerada fueran sus clientes, los farmacéuticos. La alternativa a la desaparición de las cooperativas tampoco sería muy tranquilizadora.
Porque las multinacionales, en su desmedido afán por el beneficio, no tienen respeto por sus proveedores y sus clientes, y están dispuestas a participar en operaciones con productos adquiridos en el mercado paralelo, provenientes de compras de farmacias o grupos a los laboratorios en mejores condiciones. Estas operaciones generan desconfianza en el mercado, limitando las oportunidades de negocio, y suponen un riesgo de implicar indirectamente a otras farmacias en circuitos de tráfico irregular.
Y porque estas actuaciones de las multinacionales enviarían el mensaje a la sociedad de que lo bueno es la competencia y su resultado: pocos distribuidores muy grandes y, por analogía, pocos colegios muy grandes y pocas farmacias, muy grandes.
Podemos felicitarnos de haber conseguido entre todos que las multinacionales ya no puedan hacer todas esas cosas… porque ya están hechas. Pero hechas por las cooperativas, que son de los farmacéuticos, y como todo lo que hacen está bien, será bueno para los socios.
Probablemente habría otra forma mejor de conseguirlo, más acorde con los principios de nuestros fundadores, evitando la desaparición de cooperativas, pero eso está ya trasnochado, y no quiero quitarle mérito a los promotores de esta ingente proeza.
(La República entrega el poder al Imperio entre vítores del Senado Galáctico…).
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